viernes, 10 de julio de 2009

La calle evalúa a Berlusconi

El Periódico, 30 de junio de 2009


La calle evalúa a Berlusconi

El tema sale siempre. A veces con ganas, otras con fastidio. En la ciudad, como en el país. En los trenes que llevan hasta aquí, en los bares, en los corros de los pórticos de esas ciudades, todavía latinas, del norte. «Son trolas de la prensa», «Con tanto barullo algo debe haber». «¡Qué vergüenza!» «¡Qué asco!». Fabio, camarero en un bar cercano a la estación, tiene su teoría: «Berlusconi trabaja mucho, no tiene tiempo para nada y concentra en la noche lo que no pudo hacer de día, ¿qué mal hay?». Una clienta sobre los treinta le apoya desde otra óptica. «¿Qué veinteañera se va con un setentón sin hacerse pagar?». Bolonia, la roja, sea, tal vez, más crítica que otras ciudades.

Antonio, un amigo, vive con esposa y sus dos hijas en la treintena, en el paro. Antes de la cena, siguen el informativo del canal uno de la RAI (dirigido por un exempleado de Berlusconi), que no para de transmitir desmentidos sobre una noticia que no ha dado nunca, de manera que si fuera por esta emisora los telespectadores tendrían un lío en la cabeza. «Este tío me caía bien, ahora no», apunta la más joven. «Un cargo público no se comporta así», comenta la mayor. «¿Qué modelo puedo proponerles?», pregunta el padre.
Las peluquerías son un buen termómetro. «Por mí que haga lo que quiera, lo importante es que no repercuta en su cargo», afirma categórica Elvira, tijeras en mano. «¡Por Diós! Veinte chicas que podrían ser sus hijas…», dice María sacando la cabeza del secador. «¡Que bien que te habría gustado, tía!», le espeta sarcástica otra. Miran al cronista, consternadas: «Si lo hubiese hecho a la chita callando…esta ostentación no ha gustado». Autobús 23, dos jóvenes, con un diario gratuito en la mano. «Es un cerdo», «Te equivocas, un listo, pueden ser sus hijas», «Pero no lo son», «Es el jefe del Gobierno», «Envidia podrida, ¿acaso se chismorreaba sobre los de antes?».

Levantan la voz: «¿Has visto la imagen que estamos dando de Italia en el extranjero?», «No es la de Italia, es la suya, ¿alguien puede reemplazarle?». Interviene una pasajera mayor. «Se ha pasado de rosca, chicos, demasiado…». Se apea. Un cura con sotana sale de la iglesia de san Petronio: «No me haga hablar». Se va.
Parada de autobuses en la estación ferroviaria, una quincena de personas esperando. «El tema ha cansado», dice la más joven. «Le han montado una treta», explican dos jóvenes. «Si le va la marcha…, pues allá él», dice el del maletín. «¡Que se vaya de una vez!», responde el taxista con pegatina comunista en el vehículo. Un conocido intelectual acepta charlar unos minutos. «Probablemente haya varios actores en este caso, pero la razón de fondo es que Europa está preocupada por la deuda italiana que sigue subiendo, con el riesgo de que el país quiebre y, de puertas hacia dentro, el capital está exasperado porque no cambia nada. Además están las mafias, verá como en los próximos días saldrán a relucir». ¿La perspectiva final?. «Ninguna, no hay reflexión ni crítica. Tampoco alternativa: si se votase, volvería a ganar. Italia se convertiría en la Argentina de Perón, esa es su verdadera fuerza».
El cronista se va, llevándose la complejidad de Italia.