sábado, 1 de agosto de 2009

Berlusconi: lo peor no es la orgía

El Clarín, 30 de julio de 2009


Berlusconi: lo peor no es la orgía

Para que no haya equívocos: si debo enumerar los políticos actuales con mando en plaza que más me repugnan, el nombre de Silvio Berlusconi es uno de los primeros que se me viene a la lengua. Otros también muy detestables responden a patrones más tradicionales, sea por el atraso de los países que saquean o por lo burdamente brutal de sus métodos tiránicos.
Pero Berlusconi encarna los peores males de la democracia actual, o sea su vulnerabilidad a los manejos de plutócratas sin escrúpulos y a la manipulación mediática casi en régimen de monopolio. Sobre todo, la invasión arrolladora de la frivolidad espectacular en el terreno de la política, neutralizando cualquier capacidad de análisis o reflexión sobre la realidad social. Las dictaduras son evidentemente malas, pero la corrupción de la democracia tampoco es edificante que digamos.

Precisamente por eso, sin embargo, me subleva que la campaña crítica contra il Cavaliere parezca centrada ahora en sus fiestas eróticas y su vida licenciosa. Que, a pesar de habitar en Cerdeña una tal Villa Certosa, Berlusconi no tiene gustos de cartujo es cosa que todo el mundo sabe desde hace mucho. Sin embargo, puede haber en ello mucha desfachatez, pero que sepamos ningún delito. Ningún padre le ha acusado de haberle robado a su hija menor de edad ni nadie ha denunciado haber sufrido una violación. Sin duda Berlusconi es hipócrita predicando virtudes conservadoras familiares y viviendo de manera opuesta a ellas, pero es el menor de sus defectos: lo comparte con colegas como el difunto presidente Kennedy, por ejemplo, que sin embargo siempre gozó de general aprecio. Y tampoco son mucho mejores los obispos que denuncian finalmente la lujuria del Cavaliere tras haber encubierto demasiado tiempo la de hermanos de religión que abusaron de menores durante décadas.

Cuando veo fotografías tomadas con teleobjetivo de señoras o señoritas más o menos ligeras de ropa en Villa Certosa, lo primero y lo último que pienso es "y a mí, ¿qué?" Exactamente igual reflexión me producen las confesiones supongo que bien retribuidas de Patrizia d'Addario, una escort que participó en las pecaminosas diversiones de don Silvio y que hace confidencias con cierto morbo y algo de cursilería pero sin ningún interés político.En España decimos que "quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón" y supongo que lo mismo puede aplicarse en este caso: quien utiliza contra Berlusconi los métodos que él ha propiciado en ocasiones para difamar a otros puede aspirar a cierta indulgencia: ¿justicia poética o Berlusconi berlusconeado?

En cualquier caso, todo es un poco nauseabundo. Lo más triste es que contra Berlusconi se saquen a la luz orgías (lo que a quienes somos de la liga pro-vicio está a punto de hacérnoslo por primera vez simpático) en lugar de proclamar la vergüenza de la reciente ley xenófoba que declara delito la inmigración ilegal, promovida por su partido pero apoyada -¡ay!- por la mayoría del parlamento italiano. Son cosas como éstas las que deberían comprometer al Cavaliere, no sus tendencias libidinosas. Pero me temo que ante la ley xenófoba haya muchos que se encojan de hombros, en Italia y en España y digan "y a mí ¿qué?"