
El malestar procede en particular de las informaciones publicadas sobre su asistencia a la fiesta de 18 cumpleaños de la joven napolitana Noemi Letizia, que antecedió en unas horas al yo acuso lanzado por su mujer, Veronica Lario, y a su petición pública de divorcio. Lario dijo que Berlusconi frecuentaba a "menores de edad", sugirió que necesitaba ayuda, porque "no está bien" y criticó abiertamente el sistema de entrega de veline (azafatas televisivas) al "emperador". La Repubblica puso en marcha una investigación analizando las consecuencias políticas de esa acusación, y envió un cuestionario a Berlusconi que éste se ha negado a contestar. Ayer, el primer ministro manifestó por primera vez en público su negativa: "No respondo a La Repubblica; si cambiase de actitud podríamos buscar un acuerdo, pero ahora no respondo. Ya he respondido cuando me han dicho que estaba enfermo: he respondido que estáis enfermos vosotros de envidia personal y de odio político".
Más allá del caso Noemi, Berlusconi intenta escapar de la principal inculpación que recae hace años sobre su régimen personalista: el conflicto de intereses y las amenazas a la libertad de prensa. Berlusconi contraatacó a sus detractores, y afirmó: "¿No pensáis que caéis en el ridículo cuando sostenéis que en Italia no hay libertad de prensa? Si queréis bromear, bromeamos, pero en el exterior ciertas afirmaciones son tomadas como verdaderas. Y eso hace mal al país".